Según la OMS, hacia el año 2050, la población de adultos mayores de 60 años se habrá triplicado en el mundo, y llegará a estar conformada por alrededor de 2.000 millones de personas.
Este aumento se dará, sobre todo, en países menos desarrollados, en los que el número de personas mayores pasará de 400 millones en el año 2000 a 1.700 millones en 2050.
Esto significa que, como sociedad, tenemos varios retos; en primer lugar, crear las condiciones para que las personas mayores, que son cada vez más, tengan una vejez autónoma, digna y más feliz, lo cual implica también formular nuevos objetivos desde los sectores de salud, educación, trabajo, formación y recreación.
De otro lado, nos exige reconfigurar nuestros preceptos frente a la vejez y nuestra manera de percibir y relacionarnos con las personas mayores, de modo que éstas puedan tener un rol activo y plenamente integrado con la comunidad en sus diferentes áreas (la económica, la educativa, la política, etc.), como sujetos y no sólo como objetos de cambio.
Para esto, es importante entender que los deseos y las expectativas de las personas mayores han cambiado radicalmente, y que el compromiso de las generaciones más jóvenes hacia éstas debe ir más allá de sólo disponer de mejores servicios en salud, que si bien es un aspecto vital, no es el único importante y es donde quizá se han enfocado más esfuerzos.
Tradicionalmente, nuestra sociedad, que desde siempre le ha rendido culto a la juventud, ha visto en las personas mayores un conjunto de cargas en lugar de un activo valioso, precisamente por asociar la vejez a los conceptos de enfermedad e incapacidad, y es por eso que hemos desaprovechado sus habilidades, conocimiento y experiencia, que mucho tienen que aportarnos para crecer tanto en lo individual como en lo colectivo.
Esto nos pone frente a la obligación de admitir la necesidad que tenemos como comunidad y como país de incluir a las personas mayores; de reconocer las contribuciones que ya hacen; y de crear espacios intergeneracionales, siempre abiertos a ellos y a sus aportes, entendiendo que la socialización es un factor decisivo en el bienestar de las personas mayores, y que es enormemente favorecedor para quienes decidan abrirles seriamente las puertas.
La edad no puede seguir siendo un estigma ni un sinónimo de menos capacidades físicas o mentales; no podemos permitir que nuestros mayores se sientan menos importantes, porque no lo son y porque, en un futuro, en nuestro país, así como en muchas partes del mundo, habrá más gente mayor que gente joven, así que debemos “preparar el terreno” para esto, empezando por escuchar a las personas mayores, conocer sus aspiraciones, intereses y necesidades, entenderlas como pares y propiciar su participación en todo aquello que nos sea posible.
Esto, que requiere una transformación cultural profunda para desdibujar los estereotipos que hemos construido a lo largo de siglos, por supuesto, no ocurrirá de la noche a la mañana, pero debe empezar ahora, por nosotros mismos, en nuestros hogares, familias y negocios, siempre desde el amor.
Referencias:
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Congreso de la República de (2019). Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022. Bogotá.
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Ministerio de Salud y la Protección Social (2015-2024). Política Colombiana de Envejecimiento Humano y Vejez 2015-2024. Consulta aquí la referencia.
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Organización Mundial de la (29 de Septiembre de 2011). www.dmu.edu/dose/2011/07/gray-tsunami-challenges-and-solutions-of-global-aging/
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https://theguardian.com/society/2015/mar/24/better-society-for-older-people-live-discussion/